Inculcar la solidaridad en los niños

Es común escuchar este término cuando nos encontramos en épocas de grandes desastres naturales, crisis o, como ahora, en medio de una pandemia. Tal vez así quede en los niños la idea de que la solidaridad solo se ejerce cuando existen problemas graves y, casi de manera exclusiva, en esos momentos.

Inculcar la solidaridad en los niños


Es común escuchar este término cuando nos encontramos en épocas de grandes desastres naturales, crisis o, como ahora, en medio de una pandemia. Tal vez así quede en los niños la idea de que la solidaridad solo se ejerce cuando existen problemas graves y, casi de manera exclusiva, en esos momentos.

Escrito por: Lic. Elaine Wolfenzon (Psicóloga Educacional) | 30-06-2020

Tiempo de lectura: 6 mins, 49 segs

¿Qué entendemos por solidaridad?

Es común escuchar este término cuando nos encontramos en épocas de grandes desastres naturales, crisis o, como ahora, en medio de una pandemia. Tal vez así quede en los niños la idea de que la solidaridad solo se ejerce cuando existen problemas graves y, casi de manera exclusiva, en esos momentos. Además, es frecuente que las personas asocien la palabra solidaridad a una colecta, una campaña televisiva, etc. Sin embargo, la solidaridad es uno de los valores humanos por excelencia, que implica una actitud frente al otro, frente a uno mismo y frente a la vida; por lo tanto, la solidaridad debería ejercerse cada día, comenzando con las personas que tenemos en nuestro entorno.

Se define solidaridad[1] como “la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”. Podemos entender, por lo tanto, que ser solidario implica hacer nuestras las causas, las razones y las necesidades de otros. Ser solidario es positivo tanto para la persona que recibe el apoyo como para quien lo da. Ayudar a alguien en la calle, ofrecerle algo para comer a un niño, colaborar con nuestros compañeros de clase, ayudar con la tarea de nuestros hijos, leer para alguien que ya no está en condiciones de hacerlo, apoyar en las actividades del hogar, compartir tiempo con una persona que está sola, etc., son diferentes formas de expresar nuestra solidaridad. No se trata únicamente de ayudar con dinero o con cosas materiales que podamos juntar, sino de brindarnos al otro, conocerlo y escuchar sus necesidades, ofrecerle nuestro tiempo, darle atención, regalarle una sonrisa y darle la mano cuando lo necesite.

¿Por qué es importante formar niños solidarios?

Cada vez más, nuestra sociedad toma conciencia de la importancia de actuar de manera solidaria para garantizar la convivencia entre los individuos de todos los grupos humanos, desde los espacios más reducidos como la familia, los amigos, el colegio, etc., hasta los más amplios como las naciones y el planeta. Con mayor razón, hoy en día, las circunstancias atípicas en las que vivimos, en confinamiento y con la posibilidad de contagio frente a un virus, han puesto en evidencia la necesidad de ser solidarios para lograr salir de esta crisis y más adelante lograr un desarrollo sostenible y un mundo mejor. Se trata de metas que no se pueden lograr de manera individual y cuyo logro beneficiará a todos por igual.

Si bien puede ser difícil enseñar solidaridad en una sociedad en la que ha primado el individualismo, este valor se vuelve esencial para conseguir una sociedad más humana y más justa. Tanto a nivel personal como a nivel global, las personas y los países pueden optar por apoyarse unos a otros y buscar juntos diferentes salidas a los problemas que los aquejan o no hacerlo. Cada vez más las circunstancias nos demuestran que es necesario ser solidarios y estar unidos para lograr grandes cambios que beneficien a todos. Por ello, buscamos una sociedad integrada que esté atenta, que levante la mirada y vea lo que la realidad le indica; una sociedad que incorpore a “los otros”, para que pasen a formar parte del “nosotros”. En este sentido, es necesario que como comunidad nos comprometamos con el bien común y que ese compromiso perdure en el tiempo.

Además, es fundamental recalcar que la solidaridad aporta muchos beneficios durante la niñez a quienes la practican, tales como aprender a trabajar en equipo, conocer diferentes entornos y necesidades, ser menos individualistas, mostrarnos distintas formas de vida y de coexistir entre las personas, conectar con los demás, asumir responsabilidades frente a los grupos y comunidades a las que pertenecemos, desarrollar tolerancia, compromiso con el otro y empatía. Todo esto nos hace mejores personas y nos abre las puertas a poder enfrentar nuevos retos y roles que implican nuestro crecimiento personal.

¿Cómo fomentar la solidaridad en los niños?

  • Dar el ejemplo. La solidaridad es un valor que se potencia y que se desarrolla mediante modelos de conducta y experiencias personales. Así, será nuestro comportamiento solidario coherente y permanente el mejor ejemplo a seguir por nuestros hijos. Si desde niños promovemos una conciencia solidaria, ellos serán mejores personas cuando lleguen a adultos.
  • Sensibilizar a los niños hacia la naturaleza y los animales. Enseñar a los pequeños a respetar el planeta y cuidar a los animales es una de las primeras consignas que lograrán interiorizar y que los ayudará a desarrollar un espíritu solidario. En esta línea, es positivo reciclar, compostar, no usar materiales tóxicos, regar las plantas, etc. También, resulta beneficioso adoptar una mascota y compartir sus cuidados con los niños en casa.  
  • Practicar hábitos que favorecen la cooperación. Esto se logra en el día a día, cuando creamos rutinas que favorecen la convivencia y el respeto por los demás, cuando preguntamos y escuchamos con empatía, cuando saludamos, cuando damos un trato y una respuesta justa a las personas, cuando colaboramos a mantener nuestro entorno limpio y ordenado sin dejar que otros lo hagan sin nuestra participación, cuando le sonreímos a alguien, cuando levantamos lo que se le cae a otro, cuando nos preocupamos por el ausente y lo llamamos o le guardamos algo; en general, cuando estamos atentos a cómo podemos colaborar y nos mostramos solidarios en casa y en el colegio.
  • Leer cuentos infantiles o ver películas en las que hablen de la solidaridad. Compartir historias o películas con los niños les ayudará a comprender qué significa ser solidario. A partir de allí, se puede reflexionar sobre la conduta de los personajes, cómo se sintieron, asociarlo a alguna situación o vivencia personal en la que hayamos sido solidarios, etc.
  • Promover los deportes y juegos en equipo. Trabajar en equipo ayuda a los niños a aprender a compartir y a ir tras un objetivo común. A la vez, los hace más conscientes de las necesidades de los demás y les enseña a preocuparse más por el objetivo grupal que por el individual.
  • Participar en una campaña. Perseguir una meta para ayudar con una buena causa es un proyecto interesante para compartir en familia. Es positivo que los niños se involucren, junto con sus padres, en brindar apoyo a personas que lo necesitan. Esto puede darse al recolectar algún producto o ayuda específica, al participar en la difusión de una campaña, al apadrinar a un niño o alguna buena causa, o al compartir nuestro tiempo o nuestras cosas.
  • Involucrarse en un voluntariado o en una ONG. Los proyectos de voluntariado resultan muy interesantes dado que implican dar tu tiempo durante algunos meses a una misma causa, con la que te vas familiarizando y comprometiendo. Además, el asistir de forma continua a un lugar permite también crear vínculos y dar más sentido a nuestras acciones. En general, es importante que con estas actividades promovamos el contacto con otras personas buscando siempre mostrar una actitud abierta e interesada, más que condescendiente.
  • Realizar viajes solidarios. Cuando los niños viajan descubren nuevas realidades y culturas por lo que puede ser muy interesante averiguar antes sobre algún lugar o comunidad a la que nos gustaría visitar y, previo al viaje, recoger sus necesidades para luego involucrarnos en un proyecto solidario en familia. Lo ideal es que los niños tengan la oportunidad de intercambiar experiencias y de compartir tiempo y acciones de las que puedan recoger vivencias tangibles y significativas para ellos.

Por otro lado, desde la perspectiva pedagógica es importante promover una educación en la que los niños tengan espacios para el diálogo y la reflexión, donde las situaciones cotidianas puedan ser aprovechadas para promover una cultura de responsabilidad social. Formar personas en la solidaridad implica también comprender que vivimos en un mundo interdependiente y de corresponsabilidad, donde nuestra capacidad para decidir sobre el entorno es fundamental. Es esencial que los niños aprendan que sus acciones individuales cuentan y que, si trabajan juntos, podrán lograr importantes cambios.

Bibliografía

 

[1] Real Academia de la Lengua Española, 2020.

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