La importancia de los hábitos en los niños pequeños

Los hábitos son pautas estables de comportamiento que realizamos de forma continua, y que ayudan a los pequeños a organizarse y a orientarse mejor.

La importancia de los hábitos en los niños pequeños


Los hábitos son pautas estables de comportamiento que realizamos de forma continua, y que ayudan a los pequeños a organizarse y a orientarse mejor.

Escrito por: Lic. Albina Pipoli (Educadora) y Lic. Elaine Wolfenzon (Psicología Educacional) | 29-10-2019

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“La palabra hábito quiere decir conducta aprendida que se repite frecuentemente, y viene del vocablo latino habitus, que significa costumbre.”[1]

Los hábitos son pautas estables de comportamiento que realizamos de forma continua, y que ayudan a los pequeños a organizarse y a orientarse mejor. Suelen ser secuencias de acciones aprendidas (por medio de la repetición voluntaria) que requieren de poco procesamiento mental y que una vez incorporadas se llevan a cabo de forma automática.  

Todos los días realizamos una serie de acciones cotidianas a las que normalmente no les prestamos mayor atención; sin embargo, estas rutinas llegan a formar parte de nuestras actividades diarias y las llevamos a cabo casi sin darnos cuenta. Los hábitos están presentes de manera importante en nuestra vida: cuando nos levantamos, nos aseamos, nos vestimos, comemos, etc.

Así, el hábito, que supone constancia y regularidad, se convierte en un mecanismo estable, casi automático, a través del cual desarrollamos destrezas que podemos aplicar en distintas situaciones. El realizar tareas y acciones de manera habitual, casi sin pensar, nos deja espacio para ocupar nuestra mente en otras actividades, lo cual nos permite tener una vida más llevadera y ordenada. 

Las rutinas diarias ofrecen a los niños distintas oportunidades de aprendizaje. A través de ellas y de las acciones que les enseñamos se irán instaurando los hábitos que los acompañarán en su desarrollo.

Los niños no nacen con hábitos, estos se adquieren a lo largo de la vida y, cuanto más pronto los iniciemos en ello, mejor. Además, lo que se aprende en los primeros años de vida se incorpora con mayor arraigo a la personalidad del niño y termina por formar parte de su identidad. Como sabemos, la infancia es el periodo más sensible y propicio para la incorporación de nuevos aprendizajes.

Una de las características esenciales de los hábitos es que se repiten, lo que permitirá que el niño desarrolle seguridad. Este sentimiento de confianza le brindará estabilidad emocional y le ayudará a desarrollar la capacidad de anticipación. De esta forma, al establecer horarios y rutinas durante el día, los niños irán aprendiendo a identificar qué es lo que se espera de ellos y comenzarán a adquirir el sentido de la responsabilidad, la virtud del orden y la capacidad de previsión.

¿Cómo lograrlo?

  • Utilizar nuestro ejemplo como un referente.

Los niños aprenden de lo que ven y suelen imitar las acciones de sus padres y seres queridos. Por ello, nuestro actuar cumple un papel fundamental en la adquisición de hábitos, valores y actitudes.

  • Respetar los gustos del niño y tener en cuenta sus necesidades.

Es importante mostrarse respetuoso y tolerante con los pequeños. Cuando se busca desarrollar conductas y hábitos es necesario ser flexibles y evitar castigos, gritos y mensajes ambiguos. Los niños aprenden a diferentes ritmos y con distintas estrategias, de acuerdo a sus características personales. 

  • Verbalizar acciones y describir las conductas de manera específica. Es importante explicar a los niños la conducta que queremos que aprendan, describiendo la secuencia de acciones que ésta implica de forma detallada y específica. También es necesario tomar en cuenta la edad y el nivel de desarrollo de los pequeños. Por ejemplo, para enseñarles a lavarse los dientes debemos explicarles que, primero deben abrir la pasta, luego colocarla en el cepillo y cerrar la pasta, posteriormente abrir el caño, mojar el cepillo, y cepillarse los dientes de arriba abajo y en forma de pequeños círculos.  
  • Dar instrucciones simples y claras.

Las indicaciones cortas, directas y claras funcionan mejor que los grandes discursos. El que exista un orden para llevar a cabo las acciones cotidianas y las rutinas reduce la ansiedad y la incertidumbre. Por ejemplo, el contar con un ritual o una secuencia de acciones para ir a dormir es una buena práctica para relajarse y transmitir confianza. 

  • Ser constantes y repetir.

Para crear, fijar y estabilizar hábitos en los niños es necesario armarse de paciencia, ser constantes y trabajar con los pequeños de manera repetitiva hasta que logren la automatización.

  • Establecer horarios y secuencias en el orden del día.

Es de gran ayuda establecer secuencias, rutinas y horarios para llevar a cabo las diferentes actividades diarias que suelen repetirse en el tiempo, tanto en el aula como en casa. Por ejemplo: horarios para el baño, para la comida, para la realización de tareas, para el descanso, etc.

  • Inculcar buenos modales y buenas costumbres es beneficioso.

El entorno cumple un papel fundamental en los hábitos que desarrollan los niños. El ambiente que perciben en el colegio, en la casa y en los lugares que frecuentan afectará sus conductas y los hábitos que incorporen.   

  • Fomentar la participación activa del niño en las tareas de la casa.

El que sean responsables de sus cosas y que cumplan con ciertas tareas en casa facilita la incorporación de hábitos. Por ejemplo, el pedirles que ordenen su cuarto cuando terminan de jugar o que saquen su ropa para el día siguiente, que tiendan su cama, pongan la mesa, entre otras cosas.

  • Incluir el juego como medio de aprendizaje.

Realizar las actividades diarias con buen humor y una dosis de diversión contribuye a que los niños se sientan más relajados y cómodos con lo que les estamos tratando de inculcar. Esto ayudará a que incorporen los hábitos con mayor disposición.

Si bien al principio los padres acompañan, enseñan y ayudan a los niños en la adquisición de hábitos y rutinas, la idea es que poco a poco los adultos empiecen a retirarse, dejándoles cierta independencia y responsabilidad para que logren hacerlo solos. Conforme pasa el tiempo, los hábitos se constituirán en marcos de referencia para los niños y les brindarán seguridad, estabilidad y autonomía. Así, llegarán a sentirse cómodos con las rutinas establecidas y a conocerlas paso a paso.

 


[1] PEARCE, John. “Buenos hábitos y malos hábitos: de la vida en familia a la vida en sociedad.” Pg. 13.

 

Referencias:

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