¿Cómo fomentar la sana competencia en nuestros hijos?

El término competencia tiene dos acepciones. La primera, está relacionada al enfrentamiento e implica compararse y querer igualar o superar a los demás al realizar una determinada actividad con el fin de ganar. La segunda, está referida al desarrollo de capacidades y destrezas para lograr llevar a cabo una tarea con éxito. Conviene pensar cómo la primera puede contribuir a la segunda y qué otros factores deberán tomarse en cuenta.

¿Cómo fomentar la sana competencia en nuestros hijos?


El término competencia tiene dos acepciones. La primera, está relacionada al enfrentamiento e implica compararse y querer igualar o superar a los demás al realizar una determinada actividad con el fin de ganar. La segunda, está referida al desarrollo de capacidades y destrezas para lograr llevar a cabo una tarea con éxito. Conviene pensar cómo la primera puede contribuir a la segunda y qué otros factores deberán tomarse en cuenta.

12-08-2019

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Es verdad que los chicos deben prepararse para competir en la vida. En esta línea, los padres y las escuelas algunas veces los exponen a situaciones de competencia con la idea de enseñarles a “sobresalir”, a veces demasiado temprano o con niveles exagerados de exigencia y estrés. Además de sobre estimularlos desde que son pequeños, al inscribirlos en todo tipo de clases y talleres, se exagera en medir sus logros con notas o premios, los contrastan con los de otros niños y, muchas veces, los comparan incluso con sus hermanos y se exacerba el afán de ganar.

No es recomendable enfrentarlos a muy temprana edad a situaciones de excesiva competencia, donde solo algunos sean los ganadores. Del mismo modo, el centrarse en premios y establecer en el aula un “orden de méritos” tampoco es positivo. La competencia es algo que irá apareciendo naturalmente queramos o no.

Cuando son pequeños es necesario considerar otros aspectos que debemos trabajar primero, entre ellos: el generar un ambiente seguro donde los niños se sientan cómodos de participar y en el que se fomente el trabajo en conjunto. Igualmente, es importante promover un espacio en el que se reconozca el esfuerzo y se valore la perseverancia y la constancia. Es bueno ayudarlos a descubrir que en todos los procesos van aprendiendo, que es natural ensayar, equivocarse y corregirse, así podrán desarrollar una mentalidad de crecimiento. Pero lo más importante es que las actividades mismas les generen placer, se sientan motivados y que puedan disfrutar al aprender y cooperar.

Los niños construyen su imagen y personalidad a partir de diversos factores como, por ejemplo, la manera en la que se enfrentan a los retos, éxitos y fracasos, la retroalimentación que reciben de las personas cercanas a ellos, etc. Por lo tanto, no es conveniente compararlos con otros, ya que su identidad aún está en formación y no han logrado consolidarla.

En este contexto, es adecuado “bajar el volumen” a la competencia para poder focalizarnos en los demás aspectos mencionados primero y de esa manera, prepararlos para una competencia sana que les permitirá desarrollar habilidades sociales, aprender a respetar turnos, a perseverar y a formar parte de un equipo para lograr un objetivo común.

¿Qué podemos hacer para fomentar la sana competencia?

  • Enséñales a disfrutar de la experiencia. Uno persevera en una actividad por el placer que encuentra en ella. Por ello, es conveniente preguntarles, ¿cómo lo pasaron durante la actividad?, ¿qué lecciones aprendieron en el proceso?, ¿qué fue lo que más les gustó y lo que menos les gustó?, ¿qué pueden hacer para mejorar su desempeño y así disfrutarla más?, etc.
  • Utiliza un lenguaje positivo y de aliento. Es fundamental prestar atención al estilo de lenguaje y a la forma de comunicación que usamos con nuestros hijos, pues no solamente se transmite con palabras. Los gestos, la actitud, el tono de voz, el énfasis en algunas frases, etc. pueden ser a veces más reveladores. Enfoquemos nuestras palabras en lo que queremos que suceda y no en aquello que deseamos evitar. Tratemos de no usar “etiquetas” ni calificativos cuando nos referimos a los niños, ya que estos podrían interferir en la imagen que ellos se formen de sí mismos.
  • Reflexiona con ellos sobre el trabajo logrado individualmente y en equipo. Al final de una jornada o una tarea cumplida, siempre es bueno reflexionar con ellos sobre el proceso y sobre los logros obtenidos: qué estrategias utilizaron, cuáles funcionaron mejor, qué cambiarían, que rol desempeñaron, etc., así como reconocer el rol de los otros y valorar lo que aprendieron de ellos. En esta línea, es necesario mencionar que, muchas veces, la cooperación permite logros que individualmente no serían posibles de alcanzar.
  • Fomenta actitudes de cooperación y ayuda a los demás. El trabajo en equipo fortalece la relación entre las personas. Los niños, en esta situación, llegan a un mejor entendimiento, se aceptan y se apoyan mutuamente. Además, unen esfuerzos para lograr un objetivo común, ya sea en contextos recreativos, académicos o deportivos. El trabajo cooperativo los ayuda a sentirse unidos (parte de un grupo), ganar autoestima, lidiar mejor con el estrés, asumir responsabilidades con mayor compromiso y a estar motivados, así como a reconocer que son diferentes, tolerar y valorar otras maneras, y ritmos para hacer las cosas.
  • Enséñales con el ejemplo. Los padres son los referentes más importantes para sus hijos, ellos los observan y tienden a imitarlos. Los niños aprenden más con lo que ven que con lo que se les dice. Por ejemplo, frente a una competencia deportiva, los niños replicarán la actitud y conducta de sus padres ya sea esta positiva o no. Si los padres agreden al rival, se burlan, gritan, etc. ellos interiorizarán como normales estas manifestaciones y las imitarán en diferentes contextos.
  • Apóyalos independientemente del resultado que obtengan. Brinda soporte emocional y acoge a tus hijos por el solo hecho de esforzarse frente a una situación, independientemente de si tienen éxito o no. Retroalimenta su trabajo y su desempeño, y valora el hecho de que dieron lo mejor de sí. Acompáñalos en este proceso, rescata lo positivo y refuerza sus logros para darles confianza y que puedan intentarlo cuantas veces sea necesario. Esta actitud contribuye a desarrollar hijos sanos y con altas posibilidades de éxito. Si los vas a felicitar, menciona aspectos concretos que sean valiosos y no te centres solo en los resultados. Para lograr una mentalidad de crecimiento es bueno no quedarse en calificar las habilidades sino valorar las actitudes y las acciones.
  • Enséñales a aprender de sus errores. Si bien a nadie le gusta equivocarse o errar y, al contrario, es natural que las personas prefieran que las actividades que hacen les salgan bien, es positivo que los niños aprendan que equivocarse no es malo, sino que es normal y los errores les pueden enseñar a superarse a sí mismos. También es básico transmitirles el mensaje de que no hay que esforzarse por ganar siempre sino por mejorar y por intentar hacer las cosas bien. Así, se pueden trazar nuevos retos y plantear objetivos que les permitan mejorar para la siguiente actividad, juego o tarea, siempre de acuerdo a sus características individuales, habilidades y ritmos de aprendizaje.

Uno de los objetivos que como padres debemos plantearnos, es lograr que nuestros hijos sean buenas personas, con una buena autoestima y que no se amilanen frente a los obstáculos, que entiendan que de los errores se aprende y que el esfuerzo en común produce mayor satisfacción y beneficio.

 

Señales de alerta que debemos tener en cuenta en nuestros hijos:

Cuando los niños presentan algunas de estas conductas, debemos prestar especial atención, ya que podrían estar siendo excesivamente competitivos y afectar su sano desarrollo emocional.

  • Se jactan de sus logros y tratan de opacar a los demás.
  • Justifican sus derrotas y culpan a otros o no las aceptan.
  • Están estresados.
  • Piensan que el fin justifica los medios y actúan a veces con prepotencia con tal de lograr su cometido.
  • Se castigan a sí mismos cuando se equivocan.
  • Hacen trampa.
  • Modifican las reglas para su beneficio
  • Evidencian un pobre manejo de la frustración.
  • Prefieren enfrentar a los débiles porque así se aseguran la victoria.

Referencias

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