Conflictos entre padres

Al interior de una familia, es común que puedan surgir conflictos, pues la convivencia conlleva un contexto social particular, donde se comparte no solo el espacio físico, sino también diferentes responsabilidades, tareas, rutinas, normas, pero también afectos, emociones e intimidad. Así, la vida familiar implica, muchas veces, ceder ante los demás y, otras veces, negociar para hacer valer los propios intereses.

Conflictos entre padres


Al interior de una familia, es común que puedan surgir conflictos, pues la convivencia conlleva un contexto social particular, donde se comparte no solo el espacio físico, sino también diferentes responsabilidades, tareas, rutinas, normas, pero también afectos, emociones e intimidad. Así, la vida familiar implica, muchas veces, ceder ante los demás y, otras veces, negociar para hacer valer los propios intereses.

Escrito por: Lic. Albina Pipoli (Educadora) y Lic. Elaine Wolfenzon (Psicología Educacional) | 18-09-2019

Tiempo de lectura: 5 mins, 3 segs

Al interior de una familia, es común que puedan surgir conflictos, pues la convivencia conlleva un contexto social particular, donde se comparte no solo el espacio físico, sino también diferentes responsabilidades, tareas, rutinas, normas, pero también afectos, emociones e intimidad. Así, la vida familiar implica, muchas veces, ceder ante los demás y, otras veces, negociar para hacer valer los propios intereses.

La relación entre los padres trae consigo amor, comprensión, cooperación, compromiso, etc. pero también puede traer frustración, cólera, duda, desilusión, entre otros. Esto es en parte, porque los miembros que conforman una pareja son diferentes y tienen formas distintas de pensar y de aproximarse a las diversas situaciones que se les van presentando a lo largo de la vida. Así pues, es normal que los integrantes de una pareja tengan diferencias en cuanto a ideas, opiniones, valores y prioridades. Sin embargo, si estas divergencias son mal manejadas conllevarían discusiones frecuentes y cierto nivel de tensión en casa, que podría afectar de forma negativa a los distintos integrantes de la familia y, principalmente, a los hijos.

En esta línea, resulta importante que se logren encontrar caminos adecuados y estrategias apropiadas de comunicación que permitan resolver los conflictos al interior de la familia, a través del diálogo y siempre con respeto.

Si, por el contrario, los padres no logran comunicarse de forma adecuada y utilizan comentarios hirientes, sarcasmo, burlas, gritos o humillaciones, las discusiones podrían tornarse intensas e insostenibles en casa y el conflicto se volvería habitual. 

Cuando los niños viven en un lugar en el que se respira tensión y donde se experimentan fricciones de manera sistemática, pueden verse afectados emocionalmente, lo que resulta negativo para su desarrollo. Así, algunos niños podrán perder estabilidad emocional, mostrarse inseguros, ansiosos, excesivamente sensibles e irritables o presentar dificultades para relacionarse con los demás. Otros podrán manifestar problemas de conducta, mostrar un comportamiento agresivo, disminuir su rendimiento en la escuela o buscar llamar la atención, etc.

“Las consecuencias emocionales del conflicto varían en función de factores como las características de personalidad de los implicados, la intensidad, frecuencia y la forma de resolución de los mismos”. (Grych et al. 1990)[1]

Además, es importante reconocer que los padres son modelos de identificación para los niños y que ellos están aprendiendo a comunicarse y relacionarse con los demás en función del ejemplo que reciben. De esta manera, si el niño crece en un ambiente en el que se permite usar frases hirientes, será más probable que normalice esta conducta y, luego, la reproduzca con sus pares.

En este contexto, es muy importante que los adultos aprendan a reconocer sus emociones y desarrollen la habilidad de comunicarse de forma asertiva. Entendemos por asertividad, “la habilidad de expresar sentimientos, ideas y puntos de vista, en general; sin herir a los demás, manifestando respeto por el otro, evitando emitir juicios u opiniones que descalifiquen y sin hacer críticas destructivas”. (Minedu, 2013)[2]  

De este modo, el aprender a mostrar una actitud asertiva contribuirá a la convivencia y a la cooperación, promoviendo la tolerancia y reduciendo la agresividad al interior de las relaciones familiares.

Algunas buenas prácticas para lograr establecer un clima familiar cordial, saludable, cálido y enriquecedor para el bienestar de todos los miembros de la familia y, sobre todo, para salvaguardar la salud emocional de los niños son:

  • Aprender a expresar las emociones en lugar de reprimirlas y acumularlas, ayuda a desahogarse de manera regulada y atenúa las sobrerreacciones, sobre todo frente a los hijos. Muchas veces, cuando existen problemas y desacuerdos de forma continua en la pareja, se van guardando sentimientos negativos que luego salen a tallar en distintos momentos de la vida cotidiana sin tanto control.
  • Buscar siempre ser constructivo cuando una discusión se presenta y evitar reproches. Es más productivo encontrar juntos la solución.
  • Fomentar el diálogo y la capacidad de escucha. Generar espacios de intercambio dentro de la familia contribuye a un mejor entendimiento de las posturas de los demás, lo que a su vez ayuda a desarrollar la empatía y facilita la resolución pacífica de los conflictos. De esta forma, se podrán encontrar soluciones consensuadas, duraderas y satisfactorias para todos. 
  • Saber pedir perdón cuando hemos cometido un error. Esto demuestra a los niños que podemos equivocarnos y que lo valioso es reconocerlo, rectificar y reconciliarse. Incluso es importante aprender a lamentar la situación o cómo se siente el otro, aunque no sea nuestra responsabilidad propiamente y por ende no debamos una disculpa. La empatía acerca y el orgullo nos distancia.
  • Usar un tono de voz apropiado. Cuando se presenta una discusión, es mejor no levantar la voz. Los gritos asustan y confunden a los niños.
  • Evitar generalizar y etiquetar. Es mejor referirse al hecho concreto que motiva la desavenencia en el momento en que sucede, en lugar de calificar negativamente a la persona.
  • No hablar sobre determinados temas delante de los hijos. No es recomendable involucrar a los niños en algunas decisiones que corresponden a los adultos, ni tampoco exponerlos a situaciones que aún no están preparados para manejar o a discusiones que podrían confundirlos.
  • Nunca desautorizar al otro padre frente a los hijos. Esto puede generar confusión en ellos. Es mejor buscar un momento a solas donde puedan ponerse de acuerdo sobre las respuestas que les darán.
  • No calificar de forma negativa al otro padre delante de los hijos. Los niños necesitan mantener afectos y relaciones sanas con ambos padres, por lo que no es adecuado que un padre hable mal del otro.
  • No poner a los hijos en la situación de tomar partido. Para los niños ambos padres significan una parte importante de sí mismos. Si los exponemos a elegir, los estaremos conminando a “traicionar” al otro.

El que exista un conflicto entre los padres no siempre significará que habrá una ruptura en la relación. Por el contrario, los conflictos bien manejados en casa, pueden ser valiosas oportunidades de aprendizaje para los niños en las que podrán desarrollar tolerancia, empatía, habilidades de comunicación y negociación; respeto, capacidad de reflexión, y de perdón, entre otras.  Intentar resolver los conflictos de pareja de forma asertiva será un modelo positivo para los hijos y para sus relaciones sociales a futuro. Los niños aprenderán en casa la manera de conducirse frente a los demás.

 


[1] PSISE Psicólogos Infantiles Madrid ¿Cómo afectan a los hijos las discusiones entre los padres? En: https://psisemadrid.org/como-afectan-a-los-hijos-las-discusiones-entre-los-padres/

 

[2] Minedu, 2013 “Aprendiendo a resolver conflictos en las instituciones educativas”. pp.81. Lima, Perú.

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