Resiliencia en los niños: ¿cómo promoverla?

La emergencia sanitaria que estamos viviendo en estos tiempos como consecuencia de la pandemia por el coronavirus, supone una amenaza para nuestra salud y la de nuestros familiares; así como también, altos niveles de estrés provocados por el confinamiento y la vida en cuarentena. Asimismo, la situación de incertidumbre pone a prueba nuestra fortaleza mental y la estabilidad emocional, social y económica. En este contexto, es bueno hacer una pausa para reflexionar, cuestionar nuestros hábitos, adaptarnos y proponernos desarrollar nuestra muy importante capacidad para sobrellevar mejor los momentos difíciles, aprender de ellos y finalmente recuperarnos.

Resiliencia en los niños: ¿cómo promoverla?


La emergencia sanitaria que estamos viviendo en estos tiempos como consecuencia de la pandemia por el coronavirus, supone una amenaza para nuestra salud y la de nuestros familiares; así como también, altos niveles de estrés provocados por el confinamiento y la vida en cuarentena. Asimismo, la situación de incertidumbre pone a prueba nuestra fortaleza mental y la estabilidad emocional, social y económica. En este contexto, es bueno hacer una pausa para reflexionar, cuestionar nuestros hábitos, adaptarnos y proponernos desarrollar nuestra muy importante capacidad para sobrellevar mejor los momentos difíciles, aprender de ellos y finalmente recuperarnos.

Escrito por: Lic. Elaine Wolfenzon (Psicóloga Educacional) | 29-05-2020

Tiempo de lectura: 5 mins, 42 segs

La emergencia sanitaria que estamos viviendo en estos tiempos como consecuencia de la pandemia por el coronavirus, supone una amenaza para nuestra salud y la de nuestros familiares; así como también, altos niveles de estrés provocados por el confinamiento y la vida en cuarentena. Asimismo, la situación de incertidumbre pone a prueba nuestra fortaleza mental y la estabilidad emocional, social y económica. En este contexto, es bueno hacer una pausa para reflexionar, cuestionar nuestros hábitos, adaptarnos y proponernos desarrollar nuestra muy importante capacidad para sobrellevar mejor los momentos difíciles, aprender de ellos y finalmente recuperarnos.

La resiliencia (RAE, 2019) es un concepto que describe la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o a una situación adversa. Este concepto, si bien se origina en la física al describir parte de la capacidad que tienen los metales para volver a su forma original después de haber sido expuestos a una fuente de calor, es tomado por la psiquiatría y la psicología en décadas posteriores para describir la habilidad del ser humano de afrontar la adversidad, resistir y adaptarse a los cambios y a las dificultades, tanto emocionales como afectivas y materiales, para luego superarlas y continuar o potenciar su desarrollo.

En el contexto que nos está tocando vivir, es interesante precisar que la resiliencia, si bien es una cualidad que puede estar presente en mayor o menor medida en las personas, es una capacidad que puede desarrollarse y promoverse. Se ha podido determinar, a partir de diferentes investigaciones, la existencia de algunos factores, llamados “protectores” (Dubreuil, 2011), que de alguna manera han contribuido a desarrollar la fortaleza necesaria y la capacidad de recuperación en las personas. Estos factores pueden estar vinculados al ambiente, la estructura familiar, el contexto social y político de la época; así como también, estar relacionados a las características propias de los individuos, tanto genéticas y hereditarias como a patrones específicos de personalidad y a vivencias acumuladas a lo largo de la vida.

Entonces, desde nuestro rol de padres, ¿es posible contribuir al desarrollo de estas capacidades en nuestros hijos para que crezcan con resiliencia?

La respuesta es sí, todos somos capaces de desarrollar resiliencia y contribuir a que nuestros hijos también la adquieran. Mucho dependerá de nuestro actuar como padres y de la dinámica familiar que promovamos en casa.

Dentro de los “factores protectores” consideramos importante resaltar:

  • La posibilidad de contar con el apoyo emocional de un adulto significativo. Para el niño, poder establecer un vínculo emocional en el que se sienta contenido y querido incondicionalmente es uno de los factores decisivos para desarrollar una buena capacidad de resiliencia.
  • Promover un ambiente estable con un clima emocional positivo. Ayudar a los pequeños a entender los cambios que eventualmente se puedan dar en sus vidas o dinámica familiar; pero al mismo tiempo hacer hincapié en que ciertas cosas no cambiarán nunca; como el amor, el apoyo de sus padres y de su familia cercana. Si el niño se siente protegido, podrá enfrentar las dificultades con más herramientas y mayor seguridad.
  • Mantener rutinas diarias. Los horarios y las actividades diarias, repetitivas y ordenadas ayudan a los niños a tener una estructura estable que satisfaga sus necesidades y les brinde una sensación de seguridad. Cabe recalcar que es importante incluir dentro de la rutina, momentos “libres” en los que el niño pueda dar “rienda suelta” a su creatividad.
  • Fomentar la socialización. Para los niños, es importante que exista una red social y familiar estrecha y consistente, que les permita sentir apoyo en determinadas circunstancias. Además, es básico que se sepan parte de un grupo y desarrollen un sentimiento de pertenencia. Por lo tanto, es nuestro deber como padres brindarles oportunidades para establecer relaciones en los distintos contextos, sean estos presenciales o, en estas circunstancias, virtuales.
  • Ayudarlos a desarrollar la capacidad de pensar para resolver problemas. Enfrentarlos de manera gradual a pequeñas dificultades y frustraciones les ayudará a desarrollar recursos internos necesarios para aprender a superar las dificultades de la vida y promover la resiliencia. Es bueno no sobreproteger, sino más bien darles tareas y oportunidades cotidianas que ellos puedan resolver de forma autónoma.
  • Plantear metas significativas y adecuadas para la edad de los chicos. Incentivar a nuestros hijos a asumir retos les dará la oportunidad de aprender a enfrentarlos y cumplirlos. Luego es importante apoyarlos para que ellos solos se los planteen.
  • Ser optimista ante las dificultades. Hablar de los problemas y no ocultarlos, para enseñarles a visualizarlos. Es bueno transmitirles la importancia de tomar distancia de las dificultades para poder ver el panorama más amplio y entender que, generalmente, hay una salida. En esta línea, es necesario resaltar los pequeños y grandes logros de los chicos, de manera que no olviden que siempre es positivo trabajar para alcanzar nuestras metas, sea que podamos satisfacerlas o no. En este contexto, es importante resaltar también que, aunque a veces no se logren las cosas tal cual las habíamos planeado, igual aprendemos de las frustraciones o fracasos. Estas experiencias resultan sumamente valiosas para los chicos.
  • Enfrentar los cambios con actitud positiva. Enseñar a nuestros hijos a ver el lado bueno de las cosas, a sacar provecho de cada situación y a asumir el cambio como un nuevo reto. En estas situaciones la familia actúa como protectora, por lo que es recomendable mantener lazos estrechos y siempre una mirada de esperanza hacia el futuro.
  • Capacidad para encontrar un sentido a la vida. Ayudar a nuestros hijos a encontrar un objetivo o una ilusión que les permita mantenerse más fuertes y superar las dificultades para poder conseguir el logro de sus metas. A través de la imaginación y la creatividad pueden construir algo nuevo y darles así un significado a sus vivencias.
  • Incentivar responsabilidades sociales. Realizar con nuestros pequeños trabajos voluntarios que sean adecuados a sus posibilidades y que contribuyan a fortalecer su autoestima y la sensación de ser útiles y necesarios para el bien común, así como a valorar lo que tienen ellos.
  • Sentido del humor. Aprendamos a reír con nuestros hijos, enseñémosles a ver el lado divertido de la vida. Reírse alivia el estrés y estimula la creatividad. El humor provee al ser humano de herramientas saludables para ver los problemas y las situaciones cotidianas desde distintas perspectivas y esto, a su vez, favorece el pensamiento creativo y, muchas veces, la solución de problemas.

Para ser una persona resiliente, no basta con la adaptación a las dificultades y la supervivencia frente a situaciones adversas. El ser resiliente implica sentirse motivado por ellas y, a raíz de estas sensaciones y emociones, transformar con entereza y creatividad el dolor en una vivencia positiva posterior, que llegue incluso a enriquecer a la persona que la vive y a los demás. La resiliencia es un proceso dinámico que se entreteje y que está relacionado con vivencias íntimas y personales, así como externas y sociales.

Referencias:

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